Los antiguos habitantes de Tenerife, los guanches, momificaban a sus difuntos con diversas técnicas muy sofisticadas y los enterraban en cuevas escondidas acompañados de un ajuar funerario necesario para la vida eterna.
Cuando escuchamos la palabra “momia”, lo primero que nos viene a la mente es una misteriosa tumba egipcia llena de serpenteantes pasadizos secretos dentro de los cuales, para toda la eternidad, se esconden un montón de momias que descansan en sus sarcófagos decorados, rodeadas de asombrosos tesoros. .
Pero los egipcios no fueron los únicos que momificaron a sus difuntos para ayudarlos a alcanzar la vida eterna.
Cómo los guanches conocían estas sofisticadas técnicas de momificación sigue siendo un misterio para los investigadores.
Tras la conquista española de Canarias, hubo un hecho que llamó poderosamente la atención de los primeros españoles que se asentaron en las islas, concretamente en Tenerife: las costumbres funerarias de los guanches, la población indígena local, de origen bereber, que momificaba sus muertos utilizando técnicas muy sofisticadas.
Alfonso de Espinosa, un religioso que observó el fenómeno, lo registró por escrito: “Los naturales de esta isla, piadosos con sus difuntos, tenían la costumbre de que, cuando uno de ellos moría, llamaban a ciertos hombres (si el difunto era varón) . ) o mujeres (si era mujer) que tenían este oficio y vivían y se sustentaban de él, quienes, tomando el cuerpo del difunto, después de lavarlo, vertían por la boca ciertos dulces hechos de manteca de vaca derretida, polvo de brezo y de piedra tosca, corteza de pino y otras no sé qué yerbas, y con esto lo rellenaba todos los días, poniéndolo solo, cuando de un lado, cuando del otro, por espacio de quince días, hasta que estuvo seco y mirlado, al que llamaban xaxo”.
Al parecer, la momificación fue realizada por los llamados achicasnai, la casta más baja de la sociedad guanche, que estaba formada por curtidores y carniceros.
La momia guanche del Barranco de Herques, hallada en 1776 al oeste de Tenerife, pertenece a la colección permanente del Museo Arqueológico Nacional (MAN) de Madrid.
Según algunas descripciones, al difunto “después de lavarse, le vertían por la boca ciertos dulces a base de manteca de vacuno derretida, polvos de brezo y piedra tosca, corteza de pino y hierbas…”
Según los estudios de radiocarbono actuales realizados sobre las pocas momias guanches supervivientes, parece que la momificación tuvo lugar en Tenerife entre el 400 y el 1400 d.C.
Los difuntos eran enterrados en cuevas, envueltos en pieles de cabra y atados a tablones de madera. Se han documentado algunas canales que presentaron evisceración y otras que no.
La evisceración se practicaba a través de varios cortes –en hombros, cuello, tórax y abdomen–; luego, se rellenaban los cadáveres con arena, pinaza, gofio, corteza de árbol y otras sustancias.
La sequedad ambiental de la que gozaban las cuevas funerarias hizo el resto. Junto a la momia se dispuso un pequeño ajuar funerario para su vida en el Más Allá.
Según un estudio científico realizado en 2017, los guanches de Canarias procedían del norte de África.
Textos escritos por los colonos españoles de las islas hablan de visitas a cuevas funerarias, algunas de las cuales contenían, según estimaciones, hasta mil cuerpos. Pero los numerosos saqueos ocurridos a lo largo de los siglos han reducido drásticamente el número de momias guanches conservadas.
En 1933 se produjo uno de estos saqueos. Un pastor descubrió accidentalmente una cueva llena de momias, y una vez conocida la noticia, miles de personas se presentaron en el lugar y destrozaron los setenta cuerpos que allí estaban enterrados para llevarse todo tipo de huesos, como si fueran reliquias.
En 1933, durante un saqueo de una cueva llena de momias, la gente se llevó todo tipo de huesos como si fueran reliquias
Hoy podemos ver momias guanches en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Tenerife. Algunas de ellas, como las momias de Necochea, fueron saqueadas y terminaron en Argentina hasta 2003, año en que fueron devueltas.
Entre estos cuerpos destacan el de una chica de 20 años y un hombre de 25, envueltos en sudarios de cuero hechos con costuras precisas.
Otra momia que se puede ver en el museo y que está muy bien conservada es la momia de San Andrés, un hombre de unos 30 años que fue descubierto en una cueva colocado sobre una tabla de madera y que guardaba su ajuar funerario.
El Museo Arqueológico Nacional de Madrid también conserva una momia guanche en un magnífico estado de conservación.
Se trata de la conocida como momia del Barranco de Herques, que tras ser entregada al rey Carlos III en el siglo XVIII, pasó al Real Gabinete de Historia Natural, de donde fue trasladada al Museo Nacional de Antropología.
El largo viaje de la momia desde el Barranco de Herques finalizó en 2015, cuando fue trasladada al Museo Arqueológico Nacional, donde hoy se puede contemplar en la sala dedicada a la Prehistoria de Canarias.
La momia guanche del Museo Arqueológico Nacional está fechada entre los siglos XI y XIII y corresponde a un hombre adulto de entre 35 y 40 años y 1,60 metros de altura.
Esta momia ha sido estudiada recientemente en el marco del proyecto Los secretos de las momias del MAN, junto con tres momias egipcias que también se conservan en la institución.
Gracias a estas investigaciones se ha descubierto que la momia del Barranco de Herques pertenece a un hombre de entre 35 y 40 años, 1,60 m de altura y que, además de gozar de una dentadura en perfecto estado, había llevado una alimentación equilibrada y no había realizado actividades que hubieran erosionado su condición física.
La tomografía computarizada realizada a la momia también mostró que mantuvo las vísceras adentro.
El experto en momias Jens Klocke examina una momia guanche en el Museo Roemer-Pelizaeus en Hildesheim, Alemania, en diciembre de 2015.
La momia del Barranco de Herques había llevado una dieta equilibrada y no había realizado actividades que hubieran desgastado su estado físico
No hay duda de que con los avances científicos modernos, las momias guanches proporcionarán mucha información sobre los rituales religiosos y la vida cotidiana de los antiguos isleños, pero entender cómo aprendieron estas sofisticadas técnicas de momificación sigue siendo un desafío por ahora. los investigadores.